Seguir la tertulia televisiva en clave local «El Café del Correo», que emite semanalmente UNA tv, me sirve para no desengancharme del todo de la actualidad de la capital gaditana y de su provincia. Por supuesto, un tema recurrente y siempre presente es el empleo, o mejor dicho, la carencia del mismo.

Viendo el debate de la semana pasada (que por cierto no está aún actualizado en la web pero que lo tenéis aquí), me sorprendió que sigan buscando soluciones clásicas al problema del paro en la provincia. Un muestrario de las mismas fórmulas que una y otra vez han acabado con la estampida de los inversores extranjeros o, peor aún, con un proteccionismo por parte de las administraciones públicas que merecería ser estudiado con detenimiento si ha sido, o no, beneficioso para el pueblo gaditano a toro pasado.

El esquema es simple. El estado (en su amplio significado) busca un inversor de fuera que pueda generar en el corto plazo un número importante de puestos de trabajo que le salven la cara, y las elecciones, a los gobernantes de turno de uno u otro signo. A cambio, estos últimos les ofrecen condiciones que en el libre mercado no podrían conseguir si no es con pólvora del rey. Lo hemos visto recientemente con Gadir Solar y con el fracaso de la china Beijing West Industries, pero son recurrentes los casos de las desaparecidas Delphi y Visteon, o las agonizantes Alestis y Navantia. Casi todo el polo industrial de la Bahía.

Patentes quedan dos problemas. En la Bahía no hay una clase burguesa que quiera o pueda hacer frente a una inversión que no sea hostelera/turística; y segundo, en la provincia el resto de los mortales tienen poco de lo que se viene llamando espíritu emprendedor (que por otro lado, y dado las políticas que se venían aplicando, tampoco es que hubiese hecho falta tenerlo para ganarse la vida honradamente).

Qué hacemos ante este panorama, ¿cruzarnos de brazos y verlas pasar? ¿Esperamos que vuelvan las vacas gordas que abonen el sistema de atracción de inversiones que ya hemos comprobado que ha sido un fracaso? ¿Seguimos descansando en el colchón familiar hasta el fin de los días?

Es el momento de ser imaginativos. Otros modelos de producción, de financiación y de organización de la fuerza productiva son posibles. Si continuamos por la senda de la pasividad, alguien tendrá que proveer las necesidades básicas de la gente y no nos van a gustar.